Sefarad

 

 
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Anoche recibí un regalo, un Podcast sobre Baruch Spinoza, no me gusta dormirme leyendo o escuchando filosofía, prefiero hacerlo con “Love Theme de Ennio Morricone “que a pesar de que los años pasan, siempre vuelve, con una sutileza desenfadada, que no alcanzo a entender, se mete por las grietas de mi vida, extrañamente me estremece, una y otra vez, dejándome, vulnerable, indefenso, luego de esto, simplemente me duermo.

Spinoza, me ha acompañado muchos años, por la justeza de su pensamiento, serio, profundo, intuitivo, su ejemplo me ha tocado en lo hondo, admiro su entereza de  valores y determinación; uno de los mayores pensadores de la ilustración y el racionalismo en el siglo XVII, judío de raíces viejas, asiduo asistente a la Sinagoga de Ámsterdam, allí intuyó y desplegó sus análisis insondables de la Biblia hebrea, buscando rigurosa disección, en la pureza de la curiosidad, la seriedad  de la ciencia, y la búsqueda interna verdadera, se encontró con Dios, con la matemática , la física y las leyes superiores que nos conducen al Uno, al primigenio, que habita y lo es todo, a la esencia de todo y del todo, a la naturaleza como expresión del todo;  terminó cuestionando  como oveja negra la autoridad  de los rabinos, como buenos responsables, interpretaban y dictaban pensamiento en el redil; vivió como pensó, y eso lo hace un ser superior, son  escasísimos los seres humanos que lo hacen, a riesgo de ser perseguidos por sus propios, mantuvo  vivas  preguntas trascendentes de la razón y la  existencia de los seres humanos en la tierra,  y pagó la factura de sus ideas y actos, simplemente llegar a ser un humilde pulidor de lentes. En 1670, publicó anónimamente Tractatus Theologicus – Politicus, y partió las aguas, entre un antes y un después, la riqueza de pensamiento, e ideas fue acogida y valorada con denuedo por pocos, volviéndose importante,  mientras la gran masa resoplaba en la mecanicidad de sus propios actos y lo signaba, como impío y desobediente, arrinconaba y denostaba; él,  fiel a sí mismo y a sus valores rechazó recompensas y honores, continuó ejerciendo su libertad de actuar, razonar y pensar, siguió  ganándose la vida a dentelladas en su oficio digno y económicamente alcanzado de pulidor de lentes en La Haya, hasta que en 1777 moría a los 44 años de tuberculosis.  

A finales del siglo XV, hubo un tiempo de rigor y disrupción, de batallas y violencia, de odio y pensamiento único, los astutos se impusieron, las artes, la cultura, el comercio,  el derecho, menguaron;  los ejércitos , el poder y la codicia insuflaban en ansiedad y reorganizaban la sociedad de la época, en ese tiempo los judíos fueron obligados a irse de la península Ibérica, a volverse migrantes,  los más tomaron caminos de tierra hacia el este , algunos  procuraron vida, allende los mares, cuenta la historia que cuando se acercaban a pisar el borde de la tierra amada, tornaban sobre sus pies y miraban al horizonte, y simplemente lloraban, lloraban al contemplar por última vez Sefarad, “ la tierra más bella “, lo  último que llevaron los judíos, era un recuerdo borroso de la tierra detrás de sus propias  lágrimas.

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Los Spinoza o castellanizado Espinosa, son un tronco único, cuyas raíces se pierden en las callejas de las juderías de la vieja España, anterior a la reconquista. La diáspora los dispersó como cuando los niños traviesos jugábamos a soplar la flor del diente de León, muchos se refugiaron en el nuevo mundo, buscaron pequeñas ciudades y pueblos perdidos para extraviar su rastro en el paisaje inmenso, procuraban hacer una nueva vida declarándose judíos conversos, los sefarditas que llegaron a estas tierras lo hicieron en familias, entrado el siglo XVI y el subsiguiente, se desparramaron provenientes de la huida, se establecieron en Quito, Loja y Cuenca. Se mimetizaron entre la gente, juraron ante la cruz, los viejos conservaron en secreto la impronta del pasado, la tierra nueva impuso normas cristianas a las generaciones nacidas en este suelo.

A finales del siglo XIX vino a Cuenca desde Quito, Josefina Espinosa Astorga, de allí surge su nieto, Claudio Cordero Espinosa, mi primer vínculo con lo judío, a él, en exquisitas conversaciones, le debo mis referencias primigenias a Baruch Spinoza, y  las particularidades que como organismo familiar tenían los judíos Espinosa,  los antiguos y los recién llegados, hombre profundo, honesto , pasional, intenso, lúcido, introspectivo, solitario, brillante,  de formación enciclopédica como pocos,  maestro por antonomasia de varias generaciones universitarias, rebelde contumaz, siempre a contrapelo por impronta familiar, antigregario, con gran capacidad para el humor sardónico, irreverente hasta el cansancio;  estudió como el que más las peripecias de las raíces judaicas en el sur, escrutó archivos y libros, mantuvo caminatas solitarias por pueblos y caseríos con gente que, como refiere Saramago en su “ Ensayo sobre la ceguera “, habían enceguecido y olvidado , que habían olvidado la memoria del pasado. Claudio era un ser generoso como pocos, tenía una forma de amar nada común, en sus manifestaciones  e intensidades,  cuando el Dios de Spinoza, en quien creía, le tocaba con compasión,  la magia salía de su verbo,  pródigamente describía con detalle la diáspora sefardita, en el nuevo mundo, las particularidades de la sangre, buscando salvar la vida o cubrirse de la muerte, refería de las raíces familiares en Quito y aquellas antiguas en el sur, perdidas en lo profundo de Cañar, Azuay y Loja, de la enorme diseminación de judíos en estas tierras, y su forma de levantar una sociedad distinta, manteniendo por siempre ocultas las raíces que se hundían en la Torá, y que la historia  había olvidado siguiendo lo señalado por Saramago, hablaba de los atuendos, de las prácticas culturales,   de las inclinaciones familiares, de la extraña particularidad de los judíos  conversos  y su relación con  la matanza del chancho, costumbre  tan adentrada y diseminada en la zona azuayo – cañari, paradójica hipótesis de Cordero Espinosa,  sostenía  que en el brutal desgarro del animal al penetrar el chuzo buscando el corazón, gritaba de dolor en signo de defensa postrera procurando compasión , el grito , el grito, el grito  del chancho, es  un sonido de espanto, la matanza del puerco servía para  ahuyentar   a los que buscaban impíos , la impronta del grito del puerco al morir, permanecía , signaba los campos desde la distancia, persistía en la memoria  de cada ser que lo escuchaba con horror,  alejaba a los que delataban judíos, permitía  nacer en confianza entre el vecindario y la parroquia, así esquivaron los conversos  a los cristianos, en la zona de Cuenca, ser estigmatizados como marranos en la colonia temprana, curioso hábito , sobre todo si los clérigos y sus acólitos  sabían que por tradición rabínica , los judíos no comen cerdo o sus derivados, pero como él,  decía, sus ancestros antiguos,  refugiados en estas tierras tenían la astucia intacta para sobrevivir, organizar todo en la prudencia, la predisposición  innata para acumular moneda, y las mujeres sutil finura y la capacidad del deslumbramiento por las joyas. 

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Los Espinosa son un solo tronco sostenía el viejo Claudio, había llegado a conocer la fuerza de la sangre, la potencia de su luz, la sombra y los pecados familiares guardados con prudencia para conservar el abolengo; había adquirido la agudeza de la mirada que trasciende lo evidente y llegar a explorar en el oculto fulgor; conocer  la predisposición  del gran tronco familiar, por el  mundo de las ideas, sabía de la tozudez y el empeño, de la tendencia por  consagrarse al trabajo cotidiano y de muchos familiares a cuidar denodadamente  el metal obtenido, conocía también la fina sensibilidad de algunos  por la pintura, las letras y  la poesía, las plantas y las flores, la agricultura, los oficios religiosos, por cuidar el calor del hogar, y la sencillez profunda. Paradójicamente siguiendo los designios   de Saramago, habían olvidado que judíos fueron, sostenía que más allá de los atuendos, pobres o encopetados, la familia de hondas raíces en las juderías era una sola, y se encuentra en los signos de la sangre: el perfil inconfundible, la nariz fina, la medalla de coloración en partes ocultas del cuerpo y la  blanca y delicada  piel,  que tiende a ajarse despiadadamente más allá del común de los mortales.

Esta noche al final, tampoco escucharé el podcast de Baruch Spinoza, no leeré su pródiga filosofía, valoro hacerlo en las tardes, simplemente me iré a dormir, después de haber conocido a los judíos de esta tierra,  sus aportes que nos hicieron una sociedad distinta; quizá me refugie en la historia que cuando niño tantas veces relaté  a mi hijo  en su cama antes de dormir........aquella que los judíos antes de partir repetían mirando la tierra amada tras sus lágrimas ....Sefarad ..." la tierra más bella "  .........y escucharé en su honor “Love Theme de Ennio Morricone “y me dormiré en paz.

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Referencias 

*https://es.wikipedia.org/wiki/Ba.ruch_Spinoza

**Red de Juderias de España https://www.youtube.com/watch?v=G0ecEbteoww

*** Jaime Lopez Novillo https://www.facebook.com/photo/?fbid=10221561750381149&set=a.1156422358774


****Concierto en Venecia, Tema de amor, Ennio Morricone https://www.youtube.com/watch?v=WSkyoyyvnAY

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